Viena - Días del futuro pasado
Miguel Julián
por Miguel Julián
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Vienna 2014 - Miky - Miguel

Recogiendo con un poco de retraso unos cuantos viajes y experiencias empiezo con Viena. Como me pasa últimamente, cuando me cuesta un poquito más ponerme delante de la pantalla con ganas de escribir, han pasado casi tres meses desde que estuve en Viena, y con tanto tiempo, todo se relativiza. Sin duda es una ciudad espectacular, una de esas en las que puedes estar días y días y no parar de descubrir cosas nuevas. Pero aún así, algo me falta.

La mayor parte del turismo gira en parte de la figura del mperador Francisco José y Sisi. Su residencia de verano, espectacular, por cierto, los apartamentos imperiales. La escuela de equitación, … La verdad es que bastante monumental. Todo muy grande, todo muy lujoso. Pero por alguna razón no podía quitarme de la cabeza ese beneficio para unos pocos creado por unos muchos.

Schönbrunn espectacular. Inmenso, unos jardines para quedarte a pasar el día, elevado por encima del centro de Viena, con unas vistas geniales. Incluso con unos laberintos para perderte sin ser visto (imposible, eso está lleno de turistas). Belvedere, los exteriores con las fuentes impresionante. De vez en cuando resultaba muy fácil imaginarse paseando por los alrededores en pleno siglo XIX en grupitos reducidos y con toda la calma del mundo.

Es extraño, me gustó pasear, andar (y mucho!) por todos los sitios. Pero los interiores, aunque también espectaculares me dieron un poco igual. Al final… una casa grande. Siempre me pasa cuando veo palacios “modernos”. Eso sí, el gran salón de los apartamentos imperiales tenía como cerca de 800 velas (no lo recuerdo, pero eran muchísimas). ¿Cuántas personas se dedicarían sólo a encenderlas?

La ópera, la catedral, iglesias, la fuente “homenaje” a los rusos caídos, calles, fuentes. Todo muy bonito, pero honestamente, no me sorprendió. Nada me dejó boquiabierto. Mucho más disfruté de los museos. El de historia natural con una venus curvas generosas y que me esperaba un poco más grande (muy pequeña!), una colección de pedruscos bárbara, incluyendo fragmentos lunares y meteoritos; y desde luegos animales disecados para dar y tomar.

Justo enfrente está la galería de arte (aquí ya no recuerdo el nombre). Y sí, esto sí. Supongo que te tiene que gustar, claro. Pero tengo ganas de volver a Viena y poder verlo con más calma (en dos horas me quedé MUY falto de tiempo). Pequeños tesoros escondidos que destacan en salas llenas de obras. Todavía recuerdo cómo me quedé impresionado por el rojo de la Madonna de Raphael. En galerías donde no hay “tanto” como en otras como el Louvre, hay pequeñas perlas que hacen que te enamores al instante. Un arcángel de Murillo, un Caravaggio sobrecogedor… me lo apunto para volver, desde luego :-)

Viena mola. Mucho. Pero no tanto como pensaba… vaya, traicionado por unas high expectations.