Día 43: La odisea de Stonehenge
Miguel Julián
por Miguel Julián
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Parece que ayer se complicaron un poco las cosas como para haber escrito el resumen del día. Bueno tampoco tanto, pero por la noche tocaba invitarse a algo para las despedidas del hostal, salió barato porque había fiesta y buenos precios (y éramos pocos, ya no estamos esos 20 que nos llegamos a juntar algunos días). Hoy escribo desde un Starbucks, que sin pretenderlo fue un poco en el que empecé esta aventura con sabor inglés. El primer día necesitaba wifi para encontrar la puñetera tienda de telefonía, hoy simplemente me he venido por mero placer.

Así que desde aquí mientras algunas personas me miran raro porque tengo las manos debajo de la mesa (escribiendo con el teclado en mis piernas mientras miro alrededor…) me pongo a escribir.

Antes de ayer por la noche escribía que eran las últimas horas por aquí, y a la vez tenía la sensación de que tenía que aprovecharlas. Una espinita clavada que tenía de los principios del viaje era que no había visitado Stonehenge (la cosa se torció un poco por Oxford con el timing de lo que quería hacer (novato, jejeje)). Así que por la noche decidí que el sábado iba a visitarlo. Busqué webs que organizan viajes en el día (suele haber una opción de ver sólo Stonehenge muy interesante y bastante ajustada de precio), pero supongo que estarían llenos o por ser tan a última hora no me dejaban reservar. Así que busqué algo de información y al día siguiente me fui a la estación de autobuses. La ida era perfecta, Londres-Amesbury (el pueblo más cercano), el problema era que tenía que esperar hora y media hasta que saliera el autobús. Como ya me lo olía, me fui en busca de uno de esos lugares míticos de desayuno. Esta vez fue sentado en el muro de una iglesia que había por ahí. ¿Por qué le pusieron vallas a todo menos a ese cacho? Gracias. Después de unas dos horas y media de viaje llegué a Amesbury y me puse en marcha. Según el móvil tenía unos 50 minutos de caminata, según el abuelo al que pregunté 15. Moraleja, unos 40 a buen ritmo. Afortunadamente, aunque Stonehenge está un poco separado del pueblo hay camino para llegar hasta allí que va paralelo a una calle-camino y luego a una nacional (que hay que cruzar). Sin problemas. La verdad es que ver desde lejos las piedras, irte acercando poco a poco después de llevar unas cuantas horas de odisea es una maravilla. Hasta que por fin llegas y te das cuenta de que te quieren cobrar.

Está claro que había que pagar, no me voy a pasar un día en autobuses y carreteras para luego no entrar… Un consejo antes de ir al UK es valorar hacerse miembro de la asociación esa del Heritage (hay bastantes cosas que he visitado y que al final me habría salido a cuenta…). Darte una vuelta alrededor de las piedras (nada de pasear por dentro) es impresionante. Lo comparas con otras cosas como las pirámides e igual le resta un poco de importancia, pero la verdad es que encontrarte con eso, ahí en mitad de la nada impresiona. Además si levantas la vista puedes ver montículos que se suponen que eran enterramientos. Supongo que un poco sobrevalorado (después de haber visto muchas cosas) pero la verdad es que las piedras son mucho más grandes una vez que estás ahí. La audioguía bastante buena (y pudiendo enganchar mis auriculares, yeah!) y un descanso para leer un rato perfecto antes de emprender el camino de vuelta.

El problema que tenía es que no había buses de vuelta desde Amesbury a Londres. Así que lo más cercano (y reservado) era desde Salisbury (que era mi opción de emergencia porque tenía estación de tren). El problema era cómo llegar ahí… después de muchos quebraderos de cabeza (me gustó ver cómo la cabecita empezó a funcionar para darme alternativas, y cómo casi inconscientemente las ordenaba en función de la gravedad de la situación) encontré un autobús que unía las dos ciudades. Nada de “bus grande”, era un “bus local” del que no había leído en ningún lugar. X5 te adoro :) Así que aún tuve tiempo para visitar la plaza de Salisbury y comer un poco. De ahí ya empezó el viaje de vuelta.

Escala de casi una hora en Southampton (ya de paso me di una vuelta para ver algo, pero la estación del National Express está al lado de IKEA, con eso digo todo). Y camino de Londres. El resumen es que llegué al hostal más allá de las once de la noche y llegaba tarde a la fiesta :) No sé si tendré ganas de hablar de la diferencia de ritmos, de las historias que me he encontrado, de cómo la gente valora mucho más unas cosas que otras (y yo mismo, claro). La verdad es que ha sido muy curioso ver esas pruebas de “el mapa no es el territorio” (que curiosamente salió ayer en el libro que me leo, sabio Stark. Oh, wait!!).

Prepararme la mochila, montármela al hombro otra vez y camino del avión de vuelta. En Londres no hace muy buen tiempo, en Zaragoza cierzo… me da a mí que el aterrizaje y el despegue van a ser moviditos. Por cierto, que cuando aterricé en Londres la cosa estuvo divertida, porque justo antes de tomar tierra el avión se inclinó (y bastante) hacia la izquierda, a ver cómo es el viaje de hoy.

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