Miguel Julián
por Miguel Julián
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Más de media hora antes de la apertura de puertas y una buena fila para entrar a la Casa del Loco de Zaragoza. Todo el papel vendido, la sala un mar de cabezas de edades de lo más diversas (seguramente la mayoría rondaría los mismos 30 años de la banda, e incluso alguno más). 30 años, 30 conciertos y 30 canciones. ¿30 conciertos? La gira no empezó con buen pie con el incidente (buen eufenismo) en el que el vocalista y bajista de la banda, Fernando Madina, estuvo unos cuantos días totalmente fuera de circulación mientras lo retenían en Miami. ¿30 canciones? Pues treinta iba a haber, pero alguna más también vino de regalo, ¡gracias!

Meter 35 canciones (con sus bises y demás) en dos horas tenía que ser una tarea difícil. Un público un poco frío al principio, unos Reincidentes que con el micro a lo metralleta tiraban temazo a temazo sin apenas tiempo para que el público pudiera coger aire, pero una segunda mitad de concierto más que digna: ¡bestial! Y es que después de tanto tiempo en el que llevamos conviviendo con Reincidentes; aquellas cintas en los walkman, los CDs rayados en minicadenas y cargadores del coche, y ahora con USBs y otras moderneces varias. Después de todo eso, ir a un concierto de Reincidentes sigue siendo un planazo para una noche de sábado.

Al concierto. La primera parte sacada de su disco “Aniversario”. Luces rojas, y todo empieza con Vamos al infierno. Seguido de versiones con el toque Reincidentes de clásicos de Serrat, Lluis Llach o Aute. Los más jóvenes de la sala empezaban con fuerza coreando las caciones. Y una tras otra se sucedían. Buenos ejemplos “Fiesta”, “Rosas en el mar” o “Agardedei”. Más de una docena de canciones con referencias a la Troika, con temas como “Al asalto” o “La infancia en un cargador” levantando los ánimos iban a preceder a los mejores del concierto.

Un par de canciones prendieron la mecha de los primeros buenos pogos y empujones, “No normal” y “La Republicana”. La sala entrera empezaba a ser verdaderamente un mar agitado de cabezas coreando ese “libre, libre, libertad”. Un poco de descanso para el cuerpo, pero no así para las cuerdas vocales con “¡Ay! Dolores” y “Un pueblo”. Buen rollo en el público, buen rollo encima del escenario. Buenos solos en primera línea del escenario. Y pronto llegaría la canción más conocida del grupo. Después de que “Cogidos por los güevos” llegaba “Vicio”. Rockeros o no, media España la reconoce. Y toda la sala saltaba coreándola.

Pero ya no había tiempo para descansar. Pronto iba a llegar la descarga de la irreverente “Cucaracha blanca” y ese “Rip Rap” con el que el público disfrutaba desde las primeras notas hasta los últimos acordes. Y uno tras otro se iban sucediendo los himnos de Reincidentes coreados por un público ahora ya entregado. “Aprendiendo a luchar” y “Andalucía entera” para terminar el concierto, a falta de los bises.

Ya no había nada que guardar. El concierto que había empezado un poco frío, tanto encima como debajo del escenario, estaba llegando a su final. Los sevillanos a tope, disfrutándolo, con un público entregado que no paraba de saltar y corear. Los cinco bises con “Huracán”, “Grana y oro” y, la que faltaba, “Jartos de aguantar” para cerrar la noche. Reparto de púas, guiños con la gente de la primera fila, caras de satisfacción y sonrisas para el púbilco según se iba vaciando la sala.

Por cierto, coherentes como siempre, en mitad del concierto tres miembros de la Plataforma Antitaurina de Zaragoza subieron al escenario pancarta en mano para leer un texto de apenas un minuto y medio. Este y otros gestos que continuamente han tenido los sevillanos Reincidentes siempre son de agradecer. Coherencia y rockanrol.

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