Ayudar: ni tan fácil, ni tan difícil
Miguel Julián
por Miguel Julián
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Ahora que he escrito el título de la entrada me doy cuenta de lo mucho que me gustan las palabras llanas con tilde. Supongo que me gustan las cosas extrañas, las cosas que se salen de lo normal; pero eso ya lo voy dejando para otro día que venga al caso.

Hoy estaba trabajando y el móvil ha vibrado. Vaya, la excusa perfecta para descansar un sábado morning. Y toda esa conversación me ha llevado a recordar un par de conversaciones largas y enriquecedoras que han pasado hace no demasiado. Dos conversaciones muy diferentes, pero que ambas dos me han dado un poquito que pensar. Y como siempre que lo escribo parece que lo retengo más, allá va.

La primera conversación fue con bastante nocturnidad, pero no demasiada alevosía. Una de esas conversaciones made in mobile que empiezan a las 10-11 de la noche y acaban pasada la medianoche. Una conversación muy de escuchar, animar y apoyar. Todo muy natural, me gusta que estas cosas me empiecen a salir de forma natural, aunque me sigue sorprendiendo que la gente me cuente “sus cosas” (parece que poco a poco se va rompiendo este “Heart of Steel”).

Una conversación sincera, un agradecimiento sincero. Una buena experiencia en la que da igual quién sea la PERSONA.

Muy diferente de la segunda. Una que se repite cada cierto tiempo, y que nunca consigo verla venir. Tampoco sé cómo meterle mano para sacar algo de provecho porque cuando me doy cuenta ya estoy metido en el fango hasta la cabeza. Me resulta extraño que la gente no me deje hablar, me resulta extraño que la gente no reconozca que tengo razón en mis argumentos. De nuevo no supe entender lo que estaba pasando ahí. ¿Por qué tengo que dar lo que la gente espera de mí? O peor todavía, ¿por qué me reprochas que no me comporte como tu esperas que me comporte?

¿Qué significa cuando se dice “estás a la defensiva”? Para que esa frase salga en una conversación siempre hay dos puntos de vista. El que cree que no ha atacado (y que para poner peor las cosas ataca con esa frase), y el que se siente atacado (y que para poner peor las cosas seguramente no se sienta atacado de manera consciente). La verdad es que son cosas difíciles de arreglar, y muchas veces lo es mucho más si nadie ayuda, pero oye, nada es imposible.

Por cierto, más me preocupa mi sensación de cabreo cuando me encuentro ante un diálogo “sin reglas”. A mi parte más lógica y racional le cuesta horrores pensar que una conclusión a la que ha llegado pueda ser totalmente falsa (de hecho escribiendo esto… me suena raro el hecho de planteármelo), pero lo que de verdad le cuesta es hacer ver ese punto de vista cuando no hay nada lógico en los puntos de vista de la otra parte. “Tales tipos de personas no llevan ese tipo de calzado.” Perdona, ¿por qué no? Porque no. Pero es peor cuando se abre un abanico de planteamientos inconectos. Un abanico que se va abriendo cuando intentas hacer ver que puede que sea un razonamiento incorrecto y la respuesta es otra afirmación que nada tenía que ver con la primera.

Bueno, conversar es un arte, todavía queda mucho camino para encontrar estrategias más eficaces, pero desde luego mi cabeza no consigue ganar a “mentes irracionales/ilógicas”. De hecho me cuesta ver que lo lógico y racional no es, necesariamente, la única salida. De hecho odio decir “te dije que podría pasar esto”, porque me hace sentir mal por no haberlo evitado… argh! hay que cambiar demasiadas cosas.

Ps: Esto me hizo gracia: http://scientia1.files.wordpress.com/2012/10/como-discutir.jpg?w=640&h=915