Islas Canarias - Días 6 y 7
Miguel Julián
por Miguel Julián
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Anaga, Benijo y Santa Cruz

Con media isla ya vista, parece que no demasiadas cosas nos podía deparar Tenerife. Pues sí, faltaba una, el mal tiempo. De hecho cuando miré la previsión antes de venir hacia aquí, parecía que toda la semana iba a ser muy lluviosa. Al final no ha sido tan malo, pero estos dos últimos días tenían su sorpresa preparada. La idea era terminar de ver cositas por el norte de la isla. El parque natural de Anaga y San Cristóbal de la Laguna.

Pues bien, primero poner una ruta, y ese fue la playa de Benijo. Muy al norte de la isla, dominada por unos roques que le dan un toque especial, diferente a la playa. Una playa de arena negra, muy negra, y muy arena. Precioso. No hacía buen día, forzando hasta nos podríamos haber dado un baño, pero nada de eso… mejor hacer el loco un poco. Pese a que la niebla nos impidió disfrutar del parque natural, las risas no faltaron, y Benijo me sorprendió grátamente.

Después tocaba ir a darse un pase por La Laguna. Se supone que es la ciudad más “ciudad” de la isla. Después de todo es ciudad universitaria y debería tener mucha gente joven y mucho movimiento por ahí. Pues seguramente debido al mal tiempo, toda la ciudad parecía desierta cuando llegamos. Así que después de parar en un sitio a comer (mu’ ricas todas las tapas) parecía que poco más se podía hacer. Un poco decepcionante. Pero se empezaron a escuchar tambores y ritmos de comparsa carnavalera por una calle.

Y eso fue la llamada de esa otra ciudad. De repente la gente empezó a aparecer, como por arte de magia, primero estábamos cuatro gatos escuchando los ritmos, luego más y más gente. Las calles que antes estaban desiertas poco a poco parecían despertar. De repente era una ciudad diferente, llena de vida, de locales, de todo… Eso sí, el viento empezaba ya tocar mucho las narices. Nada comparado con el Cierzo, pero después de un buen rato te roba todo el calor.

Hoy, el último día completo ha sido muy relajado. Paseo y más risas por Santa Cruz, y terminar en una playita después de que las primeras lluvias (chipi-chipi?) matutinas pararan y se despejara un poco el cielo. La verdad es que acertar con el clima en la isla es difícil, cada ciudad tiene su pequeño microclima, lo que es divertido… e incluso molesto si viajas. Por lo visto una hora de viaje es mucho para la gente local… pues vaya pesadez de…

Así se cierra esta pequeña gran aventura. Muchos momentos. Muchas frases. Mucho Panda y mucha Mariela. Mucho grip en las curvas. Mucha despresurización. What does the fox say? Bueeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeno. Mucha playa… ¡en noviembre! Mucho guiri. Al fin y al cabo, lo importante es disfrutar, y yo, lo he hecho. Y de nuevo junto al Sr. A, ¡genial!